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  ENTREVISTA

 


Agosto 2019
“Existe la voluntad de convertir a Argentina en una plaza amigable para el arbitraje”

María Inés Corrá, socia y co-head de las áreas de Derecho Administrativo, Regulación Económica y Arbitraje Internacional del estudio Bomchil cuenta su experiencia como una de las mujeres referentes en materia de arbitraje internacional.

Medyar: Hace 15 años te dedicás al arbitraje internacional, ¿cómo iniciaste tu camino?

M.I.C.: Mi carrera comenzó como profesional especialista en derecho administrativo. Con tan solo 25 años comencé a trabajar en Bomchil, cuando recién había obtenido mi máster. Durante mis primeros años de práctica me dediqué al derecho regulatorio con foco en temas de energía. Hacia el 2000, en el área de Derecho Administrativo y Regulación Económica que ahora co-lidero, comenzamos a desarrollar la práctica de arbitraje de inversión que, para ese momento, era una novedad en Argentina. Consideremos que, en ese momento, las privatizaciones de empresas que llevó a cabo nuestro país sufrieron los impactos de las medidas regulatorias consideradas en el ámbito de los tratados de inversión internacional, como expropiatorias.

Allí empiezo junto a Guido Tawil, hoy por hoy, uno de los principales referentes del arbitraje de Argentina, líder de práctica y maestro mío. Desde el estudio comenzamos actuando como co-lead counsel de las principales firmas legales internacionales, participando en los casos que terminaron siendo lead case como el de “CMS”. De esta manera, poco a poco, comenzamos a intervenir en más casos, en temas vinculados a empresas de gas, energía, servicio de agua, entre otros, representando a los clientes en sus demandas CIADI, entre otros.

Por mi parte, participé en el primer caso en el que el estudio actuó como único lead counsel, esto es, sin la intervención de ningún estudio internacional. Realmente fue una experiencia intensa y enormemente rica y con buenos resultados. Esto representó para mí un gran desafío como profesional y, también como mujer, porque en el interín de estos procesos tuve a mis tres hijas, Catalina, María Paz y Teresa.

Medyar: ¿Cómo es ser mujer (y mamá) y dedicarte a un ámbito de la profesión tan demandante como el arbitraje internacional? ¿Es distinta a la carrera que podría hacer un hombre?

M.I.C.: Creo que es diferente. Creo que las condiciones para el desarrollo profesional en ámbitos de exigencia están establecidas para el perfil del hombre, con lo que social y culturalmente esto significa.

En la práctica, los hombres que son mis partners y mis pares en edad han hecho una carrera muy exigente y quizás no han visto mucho a sus hijos o no lo han podido hacer de forma constante (quizás lo correcto es decir “no veían”, porque esto está cambiando). Lo interesante es que estos hombres tampoco tenían de alguna manera la necesidad o corrían con el mandato social de hacerlo por el propio rol que la sociedad les asigna o asignaba. Distinto es el caso de las mujeres que poseemos otras exigencias desde lo social que nos demandan dedicar más energía en nuestro hogar.

Es por esto que hablo de una diferencia, que nada tiene que ver con la capacidad sino con los roles. Yo soy de la generación de las mujeres que estudiamos y trabajamos y, como tales, a la hora de tener una familia nos tuvimos que plantear una ecuación de costos y beneficios que redundara en un equilibrio entre nuestra vida personal y profesional. Cuando hablamos de costos, está claro que si decidimos tener un hijo hay una cuestión física y natural de dedicación que las mujeres debemos enfrentar y los hombres no. Ahora bien, cuando hablamos de beneficios, también se perciben diferencias porque los espacios de decisión no han estado tradicionalmente abiertos por igual para ambos géneros. Puede ser por ciertos sesgos implícitos o viejas prácticas de un modelo cultural que ha empezado a cambiar.

Creo que por ahora es más costoso para la mujer porque todavía tiene otras exigencias. Finalmente, todo se reduce a una asignación de roles que excede a la profesión y que incluye a los hombres que socialmente también cargan con otras exigencias tales como la de ser quienes “sustentan” el hogar. Desde esta perspectiva, creo que este movimiento o cambio social que va hacia una mayor equidad e igualdad de género posee una fórmula ganar-ganar para ambos.

Medyar: Siguiendo esta línea cultural que distingue a hombres y mujeres, ¿notás diferencias en la forma de trabajar de unos y otros en tus equipos de trabajo?

M.I.C.: La mujer trabaja con una intensidad y dedicación a veces mayor a la de los hombres. La mujer es profunda, creativa y muy esforzada. Y creo que esto responde a ese modelo implícito de que tiene que responder a todo “bien”. Los hombres, que también se esfuerzan para ser mejores y crecer, tienen una característica que los distingue y que, a mi entender, es genial: son autoindulgentes. Ellos se perdonan los errores, no es que los quieren volver a cometer, sino que se los perdonan, lo que representa un factor importantísimo para seguir adelante. La mujer es autoexigente y en estos espacios no se permite el error a ella misma. En general, nos cuesta soltar el error y lo cargamos, llevándolo con culpa, lo que se traslada a nuestro trabajo. La mejor fórmula para un buen equipo de trabajo es la diversidad.

Medyar: Volviendo al arbitraje internacional, ¿cómo encontrás a Argentina a casi un año de la sanción de la ley?

M.I.C.: La ley de Arbitraje Comercial Internacional sancionada en 2018 es muy reciente y creo que vamos a empezar a ver su impacto en un tiempo. No obstante, recordemos que, de 2016 a esta parte, también han ocurrido otros hitos de gran envergadura que seguramente van a impactar en los años venideros como la posibilidad de pactar el arbitraje en los contratos de abastecimiento de energía renovable de los programas Renovar y similar previsión contenida en la ley de contratos de Participación Público Privada.

Estos son contratos promovidos por el Estado, de largo plazo, que incluyen cláusulas arbitrales, bajo reglamentos de arbitraje internacional, que podrían ponerse en funcionamiento en un futuro más o menos cercano.

Estas normas son reflejo de un cambio de política que muestra la voluntad de convertir a Argentina en una plaza amigable para el arbitraje, que se ha visto acompañada en los últimos años también por la Corte Suprema (con los casos “López” y “EN-PTN”) y la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, marcando otro paso importante en favor del arbitraje.